Sorprende que en España tengamos excelentes periodistas deportivos y, sin embargo, el periodismo que se exhibe resulte, en general, tan pobre como exento de calidad. Abunda el espectáculo y escasea la información. Casi ha desaparecido la investigación, sustituida por el periodismo de recepción.
Antes, se trabajaba la noticia, se perseguía, se contrastaba. Ahora, basta esperar en la redacción a que llegue un sobre con documentos comprometedores para un tercero. ¿Por qué son tan pocos los que investigan, los que denuncian sin obedecer a intereses partidistas? Eso sí, debemos afirmar que son pocos pero buenos.
Cuando tengo que definir la profesión ante los alumnos de la Universidad Europea de Madrid, procuro explicarles que, dado que han escogido una carrera de héroes, deben trabajar para serlo. El periodismo es la ciencia de buscar la verdad y el arte de saber contarla, desde un procedimiento ético. Por lo tanto, ese espectáculo de chillidos, discusiones callejeras, carente de información con excesos de opinión, no responde a su función en la sociedad. Se ha habituado al espectador a este falso circo de bufanda, de poco trabajo y de opiniones sin pruebas que suplen a la información.
Debemos reflexionar. En el futuro, los jóvenes estudiantes tendrán que regenerar, o quizá refundar, el viejo periodismo de noticias veraces y opiniones independientes. No aceptamos el rumor interesado, el bulo, la media verdad malintencionada y menos la mentira mil veces repetida. La ética es la gran desconocida. Comprendo que el dinero, o su ausencia, condicionan todo. Aún así, en el periodismo de hoy, hay héroes y sucedáneos. Prefiero compartir migajas con los primeros que oropeles con los segundos. Y así se lo transmitiré a los alumnos. El ciudadano prefiere la calidad. Es el poder quien apuesta por el servilismo. Debemos defender nuestros ideales y luchar en beneficio de lectores, oyentes y espectadores, por un periodismo ético, investigador y estético. Y, entre todos, hacerlo rentable.