El Atlético de Madrid ha hecho una apuesta firme, de criterio, y le está dando resultados. Ha buscado en los orígenes de sus éxitos y ha sabido encontrar una fórmula acorde a la personalidad del equipo y de la institución. Los futbolistas dan muestras de felicidad y la afición, siempre preparada para el sufrimiento, atraviesa un río de felicidad e ilusión. Da la sensación, al margen del excelente inicio liguero, de que el club, el equipo y sus seguidores han dado con la tecla y tienen aquello que deseaban.
Creo, sinceramente, que esa tecla se llama Diego Pablo Simeone y que él ha traído ese carisma y esa convicción que faltaban para creer en sí mismos y dotarse de capacidad para luchar por las victorias. En los últimos años, la dirección del club, en manos de Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil, había puesto sus esperanzas en unos perfiles concretos de calidad y rendimiento, que lucieron bien, quizá más fuera de España que entre nosotros. Esa idea que se puso al servicio del club dio sus frutos y apareció Cholo.
Fue jugador de aquel equipo de mitad de los noventa que conquisto el doblete y ha aportado la experiencia de haber vestido la camiseta por la que todos, hoy, se dejan la vida. Cholo es un ganador. Goza de ese gen que contagia el espíritu de los vencedores. Ha sabido transmitir los viejos valores rojiblancos, el carácter de equipo grande capaz de disputar los títulos hasta la última jornada. El juego cholista del Atlético está devolviendo la alegría a las orillas del Manzanares. Es mentalidad acompañada de trabajo y sacrificio. Un acierto.