Lo malo que tiene disfrutar de una generación excepcional es que uno se malacostumbra a ganar títulos, a estar siempre arriba y, cuando la realidad llama a tu puerta, nos pilla a todos con el paso cambiado. Objetivamente el bronce conseguido por España en el Eurobasquet de Eslovenia salda nuestra actuación con un notable, habida cuenta de las bajas que presentaba el combinado nacional, pero algunos de los partidos perdidos han sembrado cierta inquietud de cara a las próximas citas del calendario.
Los partidos de baloncesto se deciden muchas veces por pequeños detalles, momentos concretos que convierten una derrota en victoria y viceversa: el triple que falla Calderón no difiere en nada del que desaprovechó Parker en el amistoso en Montpellier de hace unas semanas, los dos tiros libres errados por Sergio Rodríguez o la posterior falta no pitada a Rudy hubieran evitado la prórroga ante Italia: el acierto de un jugador o un error arbitral pueden valer un título o condenarte a no entrar en la lucha por las medallas. Lo preocupante de las dos prórrogas perdidas en este campeonato es la incapacidad manifiesta de articular una sola jugada de ataque en esos minutos decisivos, que ni estos jugadores pudieran resolver con una acción individual ni que Juan Antonio Orenga fuera capaz de ordenar una estrategia con resultado positivo o de hacerse entender por sus chicos.
El próximo verano España organizará un Mundial en el que previsiblemente lamejor generación de nuestro baloncesto disputará sus últimos encuentros en plenitud de facultades: los Navarro, Calderón, Reyes y Pau dirán adiós a una selección que en los últimos quince años tantas alegrías nos han dado y, lo mínimo que podemos esperar y desear, es que el banquillo de este equipo esté a la altura de las circunstancias.