Los tricampeones de Europa juegan esta noche en Bayamón, una de las principales ciudades de Puerto Rico, isla descubierta por Colón en su segundo viaje en 1493. Esta “tierra de cangrejos”, que eso significa Borinquen en la lengua de los viejos taínos, recibe a España como uno de los grandes acontecimientos de su historia.
San Juan recuerda en ciertos detalles a las Islas Canarias; quizá por sus palmeras; quizá por su humedad, que permite respirar la salinidad del mar cercano; tal vez por ese aroma inconfundible del clima que te embriaga los sentidos. Hoy, que siento mi alma canaria por los bosques de laurisilvas de veinte millones de años, por la cálida selva de Garajonay que arde entre los silbos de La Gomera, traemos el cuerpo de campeones del mundo al otro lado de la colombina mar océana.
Y, en estas procelosas aguas insulares, Vicente del Bosque ha vuelto a sacar el “Libro de las cosas bien hechas”. Preparamos un partido de clasificación contra Georgia, para un Mundial que se ha puesto complejo. No resulta aconsejable imaginar que el camino hacia Brasil será sencillo. Craso error. Miremos de cerca a la humildad, arma decisiva para ganar en Johannesburgo aquella Noche de los Sueños Pendientes… Debemos dedicar tiempo a la preparación. Cuando fuimos campeones en improvisación, nunca ganamos nada. Ahora, el éxito reside en la planificación, el trabajo y las ilusiones. En esta tierra maravillosa La Roja se enfrenta al “Huracán Azul”. Será, tristemente, sin laurisilvas mientras escucho de fondo a Pepe Domingo Castaño, cantándome “en mi viejo San Juan…”. Ecosistemas íntimos.