La agresión a Vicente Egido, árbitro asistente de Megía Dávila, además de encuadrarse en el salvajismo más rotundo, ofrece motivos para una reflexión más serena y profunda de la que se ha hecho a vuela pluma nada más terminar el partido. La imagen del juez deportivo arrodillado sobre la hierba y chorreando sangre resulta un ejemplo patético para todos.
En primer lugar, debo decir que me parece adecuada la decisión de suspender el partido. No se puede jugar al fútbol cuando hay un francotirador en las tribunas y si la norma permite suspender un partido por insultos racistas o xenófobos hacia un jugador, con idéntica fuerza cuando menos, también podremos pedir que se suspenda cuando hay un árbitro agredido. El problema no es cerrar Mestalla o dejar de cerrarlo ni que la eliminatoria se dé por ganada o perdida o por aplazada. El problema de fondo es otro. Y quiero dejar bien claro que siempre he admirado a la afición del Valencia, animosa, pasional y fallera en la misma medida que educada y correcta. Que sinvergüenzas los hay en todas partes, es un hecho probado. Sin embargo, también lo es que este partido, como muchos otros, se ha venido calentando de manera desproporcionada con declaraciones y más declaraciones hasta convertirlo en una especie de guerra futbolística cuando el fútbol debe enarbolar la bandera de la paz y no la de la guerra. Y, en el fondo, la agresión refleja fielmente el ambiente que los dirigentes del fútbol español, y en especial los de la Liga Profesional, vienen ofreciendo al país.
Si los presidentes andan a la greña, se descalifican, se acusan de la comisión de graves infracciones penales, si se calumnia y se difama de manera gratuita entre personas cuya responsabilidad, como el valor en la vieja mili, se supone… ¿qué esperaremos de un gamberro analfabeto que acude al fútbol a lanzar monedas a un juez de línea? Mientras un vicepresidente de la Liga Profesional arenga a los clubes contra la Federación, que no es sino la Casa del Fútbol, si los presidentes se dedican a lanzar en los periódicos brutales acusaciones de corrupción contra los árbitros, si los periodistas se pasan la vida acusando a los árbitros de regalarle las ligas a un equipo (ahora es el Barcelona, antes fueron el Madrid y otros)… ¿qué esperaremos de un gamberro analfabeto que acude al fútbol a lanzar monedas contra un juez de línea? Si el Consejo Superior de Deportes, acobardado por un medio de comunicación, se pasa la vida fomentando la actitud violenta contra quienes deben regir el fútbol y persiste en la alimentación de los cañones para una guerra política… ¿qué esperaremos de un gamberro analfabeto que acude al fútbol a lanzarle monedas a un juez de línea?
La violencia que hay en el fútbol tiene marcados los nombres de los culpables, los nombres de los que están deseando ensangrentar la convivencia, los nombres de los que utilizan en su beneficio los medios de comunicación, los juzgados y los tribunales especiales para conseguir por la fuerza lo que no consiguen por las urnas, los nombres de los que conspiran a diario para demostrar que los árbitros están comprados y reciben instrucciones de Sánchez Arminio o de Villar o de quien sea para que gane la Liga el Barcelona, los nombres, en definitiva, de los que usan la política para asfixiar al fútbol, para estrangular sus ingresos, para paralizar las competiciones. Alguien tiene que decir ¡Basta ya!, alguien tiene que asumir responsabilidades y tomar decisiones y si hay que parar el fútbol, que lo paren. Que se entere todo el mundo, que en España se juegan cada fin de semana 25.000 partidos de fútbol sin que se toque un euro de la Administración y sin que haya ni un solo incidente. Más de cien mil partidos al mes…
Creo en el diálogo y creo en las personas dialogantes pero no puedo creer en los que están destrozando el fútbol de mi país. Empiecen a mirar la huelga como algo posible en el horizonte de nuestro deporte rey. El gamberro analfabeto que acude al fútbol a lanzar monedas al juez de línea tan solo es la consecuencia de lo que ve en las más altas esferas del deporte y la comunicación en España. Empiecen a deletrear la palabra H-U-E-L-G-A. Porque al fútbol no le están dejando otra salida. Y los árbitros tienen la sartén por el mango. No sé si tienen lo que hay que tener para defenderse o seguirán tragando lo que les echen pero, después de ver en Valencia a un valiente que dijo ¡Basta ya!, tengan cuidado con ellos y no les hagan más heridas… Con los jueces no se juega.