30 Mar, 2010

Gasparrosety.com – En recuerdo a Miguel Delibes.

Las letras españolas y universales lloran la ausencia del austero maestro vallisoletano. El hombre que nos acompañó con sus relatos en la adolescencia y en la madurez, el hombre que dejó de ser escritor antes que hombre, aquel que no quería renunciar a las teorías del progreso mientras sufría el retroceso social de la España profunda de finales de los cuarenta del pasado siglo, cumplió el viernes su ciclo vital con casi noventa años.

Miguel Delibes alentó la creación de cientos de personajes en sus obras, de las cuales una decena pasaron al cine, muestra incuestionable de que sus historias se veían y se escuchaban entre sus hojas. Amaba la caza, la naturaleza, jugaba al tenis y disfrutaba del fútbol. Curioso detalle para quienes pretenden separar el fútbol de la cultura. Don Miguel siempre fue un buen aficionado.

Seguramente, no encontraremos las palabras certeras para lamentar su muerte ni mucho menos para resumir su obra, aunque sí debemos agradecer el afecto mostrado por el deporte a quien dedicó su vida a entrelazar frases llenas de sentido, de sentimiento, de cierta tristeza, de sincero pesimismo. Hay un Delibes periodista, director de El Norte de Castilla, amenazado por la censura, un Delibes progresista, valiente y luchador que dejó escrito en Las ratas lo que no se le permitió escribir en el periódico. Y hay un Delibres jurista, mercantilista, catedrático, un Delibes pensador, sereno, como el alma de Castilla la Vieja, un Delibes escritor, constante parto de personajes reales aunque fueran inventados y, ahora, un Delibes eterno, una obra, un legado, un regalo para el destino de nuevas generaciones, el mismo que acompañó a las que ahora lucen canas.

Si todas las muertes nos dejan un hueco en el alma, la de Delibes entraña la invasión de la pena. Desde su vocación tardía para tomar la pluma, desde su negación de las primeras hojas escritas, hasta la depresión inmensa por la muerte de su esposa, “su equilibrio”, hasta la obra final, hasta El hereje, dejando pasar por el medio sus perros y sus niños, sus personajes más intensos, su campo castellano, su naturaleza seria y hermosa, todo queda invadido por la pena.

El fútbol lo llora como se llora a uno de los suyos, con dignidad, en silencio, con añoranza, con el hondo pesar de saber que no volveremos a verlo. Sin embargo, sí releeremos sus obras, nos dejará disfrutar de sus historias y resucitar su vida en cada uno de los personajes de sus libros, personajes en los que Delibes fue guardando pequeños pedacitos de su propia existencia. Persona, personaje y personalidad. Autor de una obra amplia que llenó nuestros inicios vitales y que, a buen seguro, volverá a ejercer de perro lazarillo en la juventud de nuestros hijos y en la de los hijos de nuestros hijos, Miguel Delibes nos deja tanta vida entre su páginas que siempre tendremos a mano la ocasión de volver a disfrutar de él, del hombre que jamás quiso salir de su tierra y que, una vez viudo de su esposa, no quiso, en sus propias palabras, ser también viudo del Real Valladolid ni de su tierra ni de sus gentes. Descanse en paz.