17 Sep, 2012

Georgia y Zurab

Tbilisi es una ciudad entrañable, especialmente cuando el anfitrión se llama Zurab Pololikashvily, economista privilegiado, diplomático extraordinario, enamorado de España y Embajador de Georgia en Madrid. La capital georgiana aúna mezclas de culturas seculares desde su fundación 458 DC.

Si admiré a Del Bosque como jugador y lo sigo admirando como entrenador, no es casualidad. Muchos esperaban un estadio minúsculo, un equipo pequeño, un país empobrecido y un fútbol ignorante. Necios (del latín ne-scio, no saber).  Ante una Selección físicamente poderosa, tácticamente disciplinada, mentalmente fortísima y un ambiente de grandes escenarios, la España delbosquiana sacó el libro de los recursos para obtener una victoria fundamental. Georgia, muy bien trabajada, aguantó ochenta y seis minutos en pie. Una muestra de estos países que empiezan a fabricar estructuras de futuro.

Del Bosque es sabio universal y usa argumentos tan ignorados como la paciencia. Es un recurso, éste, que se asemeja al agotamiento de los bonitos del norte cuando, tras morder el anzuelo, se desgastan durante horas hasta que entregan su vida al pescador. Vicente dio otra lección en Tbilisi, la de saber esperar. Los mejores futbolistas del planeta, bien dirigidos y amablemente coordinados, una piña envidiable, saben también que el tiempo siempre corre a su favor. Nuestro seleccionador usa técnicas, tácticas, preparaciones físicas y psicológicas y, además, se ha hecho experto en el manejo del tiempo. Zurab Pololikashvili, el Embajador que engrandece Georgia ante los españoles,  sonrió al final con la resignación que Vicente provoca en quienes se enfrentan a su escuadra. Gran experiencia en un país al que deseo regresar. Georgia, en las lindes euroasiáticas, espera. Merece la pena acercarse.