Hace doce días, sobre la hierba del Azteca, rememoraba el fútbol de Brasil 70. España ha igualado aquella máquina de jugar liderada por Pelé. La Roja tiene más Pelés que Brasil. Basta ver a Xavi dar pases que los demás sueñan, a Iniesta obsequiar espacios, a Villa inventar tacones de lujo, a Iker parar lo imparable.
La Supercopa nos regaló una reedición sudafricana. Xavi condujo al triunfo. Ve los huecos que nadie aprecia, los desmarques que nadie observa; juega con la memoria. Entre Iker y Xavi debería estar el Balón de Oro.
También en el estadio Azteca, colosal Coloso de Santa Úrsula, cantó mi compañero y amigo Víctor Hugo Morales “la jugada de todos los tiempos. ¿De qué planeta viniste?, barrilete cósmico“. Y me pregunto, mientras contemplo Barcelona desde lo alto de mi hotel y, al fondo, el azul mediterráneo de Serrat, de qué planeta vinieron todos estos chicos nuestros. La razón por la que Messi no barre con Argentina es que le faltan Xavi, Iniesta y Busquets. Ahora, con Villa al lado, será un sheriff en medio de cualquier Saloon del Oeste.
Ochenta mil personas gritaron un taurino olé para descubrirse ante el juego universal. Resulta complejo para mi modesto intelecto comprender que, mientras el Parlament prohíbe los toros, en la Barcelona del mejor fútbol se brinde montera en mano. Sin embargo, no por ello dejaremos de disfrutar del mejor balompié de siempre, privilegiados españoles del siglo XXI que podemos ver in situ a los más brillantes campeones del mundo de la historia. El Barcelona no ha vuelto de las vacaciones; es que nunca se había ido. Lástima que Zubizarreta todavía no lo sabe.