El fútbol español asiste a una modernización que parece natural y razonable. Las nuevas leyes y las nuevas necesidades exigen una adaptación a los tiempos que corren y, en este aspecto, resulta digna de ser elogiada la capacidad de dialogo que vienen mostrando los agentes sociales. Las relaciones coordinadas entre la RFEF, la Liga Profesional y la AFE han contribuido a crear un clima de concordia que no se vivía desde hace algunos años. La voluntad global de llegar a acuerdos se palpa y sus consecuencias también. Gracias a esa voluntad se han superado grandes dificultades.
Ahora, la Liga se enfrenta a dos cuestiones fundamentales. De un lado, el partido en abierto, donde confluyen el interés general y el derecho al entretenimiento así como la presencia de una organización privada, obligada a vender en abierto un negocio que desea cerrar. El pleito será largo y complejo. Considero que la retransmisión de un partido de fútbol no puede enmarcarse dentro del derecho a la información sino en el espectáculo relativo a la industria.
Y, de otra parte, nos llega la aparición de las apuestas deportivas. El proyecto de Ley del Juego y los derechos de los clubes se debaten. Las casas de apuestas manejan un negocio multimillonario al que el fútbol, que presta espectáculo y derechos, no puede resultar ajeno. No suelen resultar agradables las medidas de fuerza pero no dejan de ser razonables los planteamientos de los clubes.
Como dato ilustrativo, Federación y AFE acaban de conseguir que haya un desfibrilador en cada campo de Segunda B. Caminamos todos juntos para conseguir que nuestra competición siga siendo la mejor. El dialogo permite la modernización