Hoy escribo sobre un ilustre desconocido, un viejo profesor, que no profesor viejo, un hombre generoso, lleno de amor por el fútbol. Manolo vive en un pequeño paraíso gallego, Villagarcía de Arosa, donde organiza desde hace dieciséis años el extraordinario torneo internacional Arousa Fútbol-7 para niños de doce años. Los clubes más importantes del mundo piden ser invitados a participar. Mueve a más de dos mil muchachos y, por allí pasaron nombres como Granero o Bojan, y un chico llamado Enzo, por Francescoli, que algún día trotará por las verdes praderas del fútbol mundial. El profesor Diz rebusca por todos los bolsillos para rebañar los euros, modestos euros, que se precisan para que todo salga a pedir de boca. Manolo Diz no tiene poder ni fama ni dinero, sólo una férrea voluntad y una notable sabiduría, expresada en una bondad sobresaliente y ofrece el mejor torneo de Europa, el último fin de semana de Mayo, en las orillas de la ría de Arousa, donde huele a salitre y a balón, a camarón y viento del norte.
Manolo pertenece a esa estirpe de dirigentes modestos, poco reconocidos, que cargan las porterías al hombro para que los niños puedan jugar con un balón mientras las mujeres, en el muelle, cosen las redes de los pescadores. Arousa Fútbol 7 es el torneo de más prestigio de Europa, en opinión de los clubes que participan. Responden al excelente trato recibido y a una organización insuperable en orden y seriedad. Modélica. Merecen el mayor reconocimiento de las autoridades políticas y deportivas. Y todas las ayudas. La humildad de los grandes habita en Arousa Fútbol 7, nuestra pequeña Copa del Mundo junto a los barcos y el mar.