17 Jun, 2010

Maradona

Maradona me hizo disfrutar cuando sacaba el verdadero genio que llevaba dentro. Como entrenador, no me convence, aunque ha fabricado una selección capaz de sentar a Agüero y Milito y juntar en el once a Tévez, Higuaín y Messi. Creo que Argentina es candidata. Intenta ir de menos a más y sólo entristece por La Recoleta y Florida, por la Boca y por Belgrano, por Núñez y Palermo Chico, que en todo el mundo se hable más de la corbata de Maradona que del juego. En Buenos Aires dicen que el lazo es para el casamiento.

De Alemania observé otra cosa, una metamorfosis de su personalidad. Los que siempre supimos cómo jugaba no la reconoceríamos ahora, disfrazada de un estilo más refinado, técnico y auspiciado por una generación de jovencitos rebeldes que crecieron en las hornadas de Horts Hrubesch, el ogro del fútbol alemán de los ochenta. Reconvertidos los mayores, adaptados los más recientes, apabullaron ante Australia, un equipo pobre. Casi no hemos visto a nadie y ya estamos hablando de los mismos. Nos queda de fondo «La Roja». Añadimos la sorpresa de cada Mundial y tendremos el campeonato.

No me ha maravillado ninguno y, sin embargo, sigo pensando que aspiran a todo. Me quedo con la frescura germana. Alemania y Argentina tienen una tendencia a considerarse ingleses, pero, por debajo, subyace una aspiración de hacer en el fútbol lo que España crea con una pelota en las botas de colores de sus extraordinarios futbolistas. Ahora, parecerse a España es aplaudido en todo el planeta. Será que, al fin, Garzón confirmó que Franco ha muerto. Y, claro, todos quieren jugar con smoking.
Por eso, Diego lleva el Mundial de corbata