17 Ene, 2011

Soy del Sporting

Mi primer recuerdo del fútbol habita en una caminata por la playa de San Lorenzo, el parque de Isabel La Católica y el fondo norte de El Molinón. Una tribuna de madera cubierta, de cierto aire inglés, y una grada descubierta en la que llovía a mares. Mi padre y mi hermano Manolo me enseñaron el camino. Tenía cuatro años. El camino del Real Sporting. Lo recorrí mil veces y hoy lo vuelvo a recorrer, desde el muelle hasta El Molinón, pasando por «El Planeta». Mamé el fútbol al tiempo que los libros para aprender a leer y escribir y terminé por ser lo que empecé haciendo para poder ser.

Casi medio siglo más tarde, observo triste los temores que acechan a mi querido Sporting, consciente de la turbación de sus gobernantes. José Fernández es un excelente empresario que no puede perder ya más dinero. Lo dio todo. Le debemos mucho. Vega-Arango mantiene con su elegancia la imagen de un club cuyo emblema, Mareo, amenaza ruina. Confieso que sufro por este equipo que me grabó la rojiblanca en el alma nada más nacer. Debemos modernizarnos para ser grandes, mirar a Europa y no hacia las tripas del Principado; para que regresen los goles de Quini, Ferrero y Morán, el fútbol de Puente, Valdés, José Manuel y Joaquín, los paradones de Cobo, Ablanedo, Castro o Claudio. Los sportinguistas merecemos dejar de sufrir. Y precisamos una reestructuración que nos asiente en el siglo XXI, sobre la base de nuestra cantera.

Hoy, cuando estamos mal, quiero presumir orgulloso de sportinguista. Quiero un culín de sidra en el Llagar de Begoña y brindar entre los montes y el mar. ¡Puxa Sporting!