1 Feb, 2014

La trampa como norma general

La situación por la que atraviesa el fútbol profesional español invita a una serena reflexión. Con más de la mitad de los clubes acogidos a la legislación concursal, a las suspensiones de pagos que se decía antes, y que lo explicaba mejor, la mala administración ofrece una imagen devastadora. El pasado sábado, en una jornada de Derecho Concursal en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, el director de asuntos legales de la AFE, Santiago Nebot, afirmó que “la mayoría de los concursos declarados en España son culposos”. Sin embargo, tan solo un par de casos fueron conceptuados así por los jueces de cada procedimiento.

Con la Ley del Deporte de 1990, se obligó a convertir los clubes en sociedades anónimas y se premió la mala gestión. Por cuestiones de estricto interés político, se permitió que Real Madrid, FC Barcelona y Athletic Club se mantuvieran como clubes deportivos y hubo de aceptarse, porque era el único que presentaba unas cuentas modélicas, al C.A. Osasuna. Solo uno de todos, cumplía en verdad los requisitos pero abrieron la puerta y se tragaron lo que fue menester.

Ahora, corresponde a los jueces de lo mercantil aplicar la legislación vigente y la realidad nos regala casos de dirigentes que han resultado un mal ejemplo para la sociedad y un grave riesgo para la salud de sus entidades. Sin embargo, se escurren como anguilas entre las florituras jurídicas y los acuerdos a media luz. Si proliferan los que arruinan a los clubes y sociedades anónimas deportivas ante la impunidad más absoluta, estaremos sembrando la semilla del todo vale y, lo que es peor, la más absoluta desconfianza en aquellos que deben tomar decisiones ajustadas a Derecho y a la verdad. Si hay indicios de culpabilidad, deben perseguirse.

Me consta que se ha iniciado un planteamiento para que se traten en una sola instancia central estos concursos, que parecen someter a una gran presión a profesionales del Derecho. Sin embargo, me gustaría pensar, al mismo tiempo, que la rectitud de los juzgadores elude ese recelo agobiante de la opinión pública de su propia ciudad. Creo en la justicia y en los jueces aunque la frase bíblica nos recuerda que por sus hechos los conoceremos. No es bueno que paseen a su antojo por las mismas calles los que se han reído de los ciudadanos y de los administradores de justicia que aquellos inocentes que han sido y siguen siendo víctimas del engaño y la prepotencia de los tahúres.