Hemos disfrutado de una final de Champions a la altura de dos grandes equipos. Ahora mismo, el fútbol alemán de clubes ha dado una gran lección al mundo entero. Lo ha hecho gracias a varios factores. Uno de ellos, el menor, ha sido el dinero, utilizado esporádicamente para casos muy concretos como el de Javi Martínez. El factor más importante y, a mi juicio, decisivo fue poner el club al servicio de una idea.
En el fútbol moderno, las ideas son más caras que los jugadores más codiciados. De ellas parten la planificación, el trabajo y el criterio. Y de todo ello, nacen los resultados. Por eso, los hinchas del perdedor se fueron felices de Wembley, porque saben que es un día más dentro de su estancia en el paraíso. Los grandes clubes empiezan sus victorias en los despachos y en esos mismo despachos se fraguan las derrotas más dolorosas.
El Dortmund, con un entrenador admirable en todas las facetas, supo recolectar futbolistas y hacerlos jugar con un estilo y un sentimiento de equipo en el que todos hacen brillar a los demás. Gracias a ello, deslumbran en sí mismos. El Bayern ha sido fiel a su idea primigenia y ha regresado al podio. El año pasado acarició la Copa. El sábado se la llevó a bailar. Conocí mucho y bien a Jupp Heynckes durante su trabajo en España. Aprovecha las canteras, apuesta por jóvenes desconocidos, exprime a los profesionales afamados y ordena sus equipos hasta ganar. Gran técnico.
Los alemanes han hecho bien las cosas y se han adueñado de Europa. Hay que felicitarlos. Por la idea.