3 Jul, 2006

Adelita y el mundial

Me fui a Hannover con mi hija Adela. Esta vez había razones para soñar. Llevábamos un buen equipo, buenos futbolistas, gente joven, con mucha calidad, bien preparados físicamente, jugadores bien dotados para brillar, hombres que triunfan en todo el fútbol europeo. Contábamos con un Seleccionador cuajado en la experiencia y con una afición que me llegó al alma.

Veinticinco mil españoles reunidos en un estadio del norte de Alemania clamando el “A por ellos, oé” o ese estribillo “Toda España quiere ir a Berlín”… Todos afónicos, rotos de cansancio, plenos de ilusión por un equipo que hemos sentido nuestro.

No soy quién para opinar de la forma jurídica del Estado ni mucho menos de la forma política de España pero sí sé que la España del fútbol, la misma que concita al 49% de los catalanes delante del televisor para ver el partido contra Ucrania (más de los que fueron a votar el Estatut), esa España Roja del Mundial fue capaz de que todos sacrificáramos horas de familia, días de trabajo, tiempo de vacaciones y euros de cada bolsillo para sufrir y disfrutar allí. Lo que los políticos no saben conseguir, el fútbol lo alcanza en media hora.

No merecía un final tan cruel esta afición de carapintadas y peliteñidos. Se habían creado expectativas sobre una base cierta y confieso que yo mismo lo creí. Francia era asequible, y lo sigo pensando. Brasil podía ser una buena tumba o un éxito secular, Inglaterra era pasable y sabía que Alemania nos mandaba a casa. Soñé una final con Argentina. Somos España. Somos La Roja.

Mi hija me preguntó en el vuelo de regreso: “Papá, ¿vamos a ganar el Mundial alguna vez?”. La llevé a la cabina del Airbus-300, contempló el despegue junto a los pilotos y a Gonzalo Miró, le enseñaron la luz de Venus y después la acompañé al asiento. Le pedí una manta a la azafata, la tapé y le cerré los ojos hasta llegar a Barajas. ¿Nunca ganaremos un Mundial?… Esta noche volveré a soñar, porque siempre se puede ser más grande, y quizá encuentre una respuesta para Adelita.