5 Oct, 2005

Amor paz y buen rollito

 

Las celebraciones después de marcar un gol se han convertido en motivo de controversia, lo que indica bien a las claras que los españoles andamos bastante desocupados. Quizá porque ya he visto bastantes, la conducta de las estrellas de la liga universal no me sorprenden ni me asustan.

He asistido a al festejo de Leandro haciendo pipí al estilo chucho, a la de Robbi Fowler esnifando la línea de fondo, a las carreras de Fernando Vázquez y sus saltitos de juglar embravecido, a las aclamaciones populistas de Juanito, a las orejas de Riquelme, al nueve patillero de Tristán… y, al fin, a la deslenguada fiesta de Torres. Los brasileños del Madrid sólo contribuyen a dilatar el repertorio. Hace unas noches, invitado a la cena de cumpleaños de Ronaldo, compartí la noche con él, Roberto Carlos, Robinho y Baptista. El ambiente que tienen entre ellos invita a una enorme complicidad por lo alegre, por lo sano y por lo espontáneo. Son gente joven que se divierte: amor, paz y buen rollito.

Nunca vi maldad en ninguna celebración y lo de la cucaracha sólo puede parecerle de payasos a Piterman, que es el que más sabe de circo en el fútbol español. Piterman, además de un desnudo penoso, verdadero antídoto contra la lujuria, se descabeza contra las paredes porque jugó contra el Madrid pero no salió en ningún sitio. Ahora sólo me queda esperar nuevos bailes y celebraciones, volteretas, abrazos, palmaditas en el trasero, piquitos delatadores, es decir, que lo festejen como quieran pero que marquen goles.

Cualquier cosa menos la horterada de tirarte a besar el anillo de compromiso como un poseso, como si en casa te dedicaras a chupar la almohada o a besarte con el vecino. Tan solo así se entiende que, jugando al fútbol y en pleno orgasmo colectivo, te acuerdes más de tu novi@ que de los colegas que te acaban de pasar la pelota. Eso sí que suena raro. Porque, a mí, el que me gustaba de verdad era Kiko haciendo de Robin Hood. Por lo de las flechas y los flechazos.