José Armando Ufarte, un gallego de Brasil que triunfó en el Atlético de Madrid, ha obrado otro éxito del balompié español. Los muchachos de la Selección Sub-19 se han proclamado campeones de Europa, lo que entraña que España ha mantenido su sitio en el podio continental y mundial. Lo ha hecho con calidad y entusiasmo y lo ha rematado con un golazo espectacular. Este triunfo aviva el debate, eterno debate, de que los niños siempre ganan y los mayores siempre pierden. A mi juicio, la planificación realizada en la Federación Española es correcta y previsora. Viene firmada por experto en el fútbol base como Iñaki Sáez, Juan Santisteban o, como en este caso concreto, Armando Ufarte. Los chicos sienten la camiseta como suya y asumen una responsabilidad nación al que brota por debajo de la ilusión por conseguir las cotas más altas. Forman un equipo y ejercen como tal. Estas victorias, sin embargo, no parecen contar en el buen trabajo de una Federación Española de Fútbol hostigada, perseguida y vilipendiada hasta la saciedad. Cuando se trata verdaderamente del trabajo específico y de la responsabilidad federativa, la organización y el cultivo del fútbol base, se elude el enorme mérito de estar siempre en finales europeas y mundiales. Los adultos, los profesionales, jamás reparten esas sensaciones de colectivo sentido y es que, no en vano, cada uno vive su club por encima de todas las cosas, vive sus colores como los brillos del euro y asume que el fútbol es ya una fuente de ingresos secundaria, una excusa para triunfar en el mundo de la publicidad y el marketing. La Selección sub-19 ha demostrado que la capacidad de sacrifico, la humildad, el sentimiento y la conciencia de país no se pueden profesionalizar, del mismo modo que el amor no se puede alquilar. Luego se puede ganar o perder pero las bases deben sentarse. Cuando alguien tiene algo que merece la pena no debe dejarlo escapar. Por favor, sujeten a estos chicos, que no se hagan nunca mayores.