La campaña ha entrado en fase de insultos. Baldasano ha descalificado a Calderón porque dice que llamó borregos a los socios y a Mijatovic porque dice que vendió a Etoo al Barcelona. Villar Mir ataca a Calderón porque Mijatovic le parece un representante. Palacios se calla porque lleva en su candidatura a Pedro de Felipe, que es el intermediario que más dinero ha cobrado del Real Madrid en el lustro del florentinato y anuncia que va a pagar a Fernando Alonso seis millones de euros para que lleve el escudo del Real Madrid en el casco y en su monoplaza. Ignora que Alonso corre con Renault y el próximo año lo hará con McLaren Mercedes y que el Madrid tiene un contrato exclusivo de patrocinio con Audi.
Con palacios, en lugar de cobrar, el Madrid paga por anunciarse. Calderón responde a Villar Mir y dice que es un clon de Florentino con veintiún años más. Reaparece Lorenzo Sanz sin devolver el dinero que se llevó en el 99 y anuncia a Del Bosque, igual que Palacios, lo que hace pensar que recurren a la vieja guardia porque parecen reclamo electoralista aunque ya los vean pasados de moda. Son las candidaturas denominadas del Parque Jurásico.
Pero el escándalo que se avecina se llama voto por correo. Las papeletas son votos al portador de tal manera que cualquier candidato se las puede ceder o vender a otro de los aspirantes. Si la última semana algún candidato se ve perdedor y sabe que se ha gastado en la campaña uno o dos millones de euros, ¿quién le impedirá vender por ese precio sus votos a quién más dinero esté dispuesto a pagar? El sistema es perverso por naturaleza y lejos de preservar el secreto del voto, que no es un deber sino un derecho, facilita la corrupción si los aspirantes dan prioridad al dinero antes que a la ética, cosa frecuente en el fútbol. Ello conllevaría, además, que un socio que, por poner un ejemplo, aborrezca a Villar Mir y prefiera votar a Baldasano, podría acabar votando a quien aborrece si el otro decide vender o ceder sus papeletas. Y, mientras tanto, Florentino en la sombra de todas las operaciones. ¿Por qué?