14 Oct, 2005

La sonrisa del Principe

Baiona se engalana de manera especial para la regata del Príncipe de Asturias. No es para menos porque, en estas fechas, se dan cita en la bellísima localidad los mejores especialistas y navegantes. El Monte Real Club de Yates asegura tradicionalmente una organización perfecta, como lo acreditan más de ciento diez barcos en el campo de regatas.

La presencia de don Felipe de Borbón le da un brillo y un realce extraordinario al acontecimiento. El viernes tuve la oportunidad de ver un rostro relajado, alegre, jovial, deportista, como corresponde al lugar y a la actividad. Lejos de las obligaciones de la Corona, envuelto en un ambiente de amigos y compañeros que se dejarían la vida por él, en el marco paradisíaco de las Islas Cíes, bajo un sol abrasador después de una tormenta imprevista, allí, a bordo del CAM, don Felipe ofrece su mejor cara. Es la visión de un hombre de su generación, capaz de aislarse del resto del mundo para practicar un deporte solidario, de enormes sacrificios, de circunstancias ajenas que pueden modificar el trabajo bien hecho.

Resulta gratificante ver al futuro Rey de España, como uno más, en el ejercicio de su deporte preferido, animando a sus compañeros, metido en faena y ayudando a que la vela española sea lo que es, sobremanera, por él y por su familia. He tenido la suerte de navegar cerca del Rey en otras regatas de Baiona y este fin de semana observé a su heredero. Llegó al Club de Yates sonriendo, se machacó sobre la caña de su IMS 500 sonriendo y hasta pidió una coca-cola sonriendo. Ganó sonriendo. La sonrisa del Príncipe conforta porque es la sonrisa del futuro que se esboza hoy, en el presente, en medio de los valores humanos incuestionables que se dan cita en un barco. Allí, en medio del mar, todos son iguales y Su Alteza lo asume con un gesto de dulzura. En realidad, es la sonrisa del trabajo en equipo, del esfuerzo conjunto, la misma que debe construirla España del futuro. Y a mí me agrada.