Conocí a Joaquín Caparrós un mediodía de agosto sevillano. Me lo presentó Luis Cuervas y se deshizo en elogios hacia él, como persona y como profesional. De Cuervas me fié siempre, porque fue un hombre al que quise mucho, que me enseñó muchas cosas y que me brindó el ejemplo de su vida como mejor lección de la verdad. Y, con el paso del tiempo, me acordé muchas veces de aquellas palabras del que ha sido el mejor presidente de la historia del Sevilla.
Caparrós es uno de esos entrenadores que hacen disfrutar por su manera de entender el fútbol. Joaquín vive exclusivamente para su trabajo. Vive, piensa, sueña, imagina… Todo es fútbol. Estamos ante un loco del fútbol que disfruta sus ratos de ocio invitando a sus amigos a su casa… para que vean videos de partidos de cualquier liga del mundo. Le gusta la disciplina y la mentalidad ganadora, quiere que sus jugadores corran tanto como el que más, y si puede ser más que los demás, mejor. Por eso ha contado siempre con Alfaro o Navarro, entre otros.
Sin embargo, de su buen gusto por el fútbol de calidad nos dan muestras las apariciones de futbolistas como Alves, Baptista, Renato, Jesús Navas, Sergio Ramos, Javi Casquero, Martí… Caparrós representa, a mi modesto entender, el equilibrio. Fuerza física, poderío y calidad, veteranía y juventud, fichajes baratos de buenos profesionales y un filón en la cantera para crear expectativas entre todos los jóvenes de la región.
Si en La Coruña le dan tiempo- que ya se sabe que Zamora no se tomó en una hora-, su trabajo dará excelentes frutos. No le pidan que arrase desde mañana. Que aterrice, que planifique y estructure, que pida lo que necesite- que suele pedir poco- y que organice a su mejor criterio. En Riazor se acabaron las coñas marineras, los safaris nocturnos por Juan Canalejo, las disputas internas y las reyertas con el entrenador.
Caparrós no obra milagros y si el club no cambia ni mejora la plantilla nadie podrá sacarle partido. Eso sí, el que no espabile que se prepare. Si están cansados de verse, tendrán que superarlo. Porque las disculpas vanas sirven de poco con este chico de Utrera.