Hace ya algunos meses que Luis cometió un doble desliz, primero refiriéndose a Henry como “ese negro de mierda” y, días después, aludiendo en una conferencia de prensa internacional a “las colonias y a los que corrían detrás de los gamos”.
Razoné por aquel entonces que Luis había cometido un error que traería consecuencias y que debía reflexionar sobre el alcance de sus palabras. Luis ha vuelto a hablar del asunto en su última comparecencia ante los medios y ha puesto como ejemplo que a él mismo lo llamaban “el Mono” y que esos gritos de “uh,uh,uh” se profieren para perjudicar la serenidad del rival.
Yo no tengo dudas de que Luis no es una persona racista o xenófoba pero es verdad que tampoco el entorno ayuda mucho. En España han proliferado términos como “sudaca” o “negro”, lejos del fútbol, a los que se les añade de forma incorregible el calificativo “de mierda”, como si no fueran ya en sí mismas expresiones despreciativas y contrarias al buen orden.
Esta situación no nace en el fútbol pero, como todo aquello que toca, el balompié cumple papel de altavoz para estos insultos. Y qué mayor relevancia si el destinatario de tan estúpida expresión es un futbolista de renombre. Miel sobre hojuelas. A Luis deberían sugerirle que no vuelva a hacer manifestación pública sobre el caso y que se dedique a entrenar. Pero que quede claro que ni el es el único culpable ni es el responsable de haber maleducado un país que descalifica e insulta con facilidad pasmosa.
Nos conviene mirarnos por dentro y repasarnos, por si somos lo que no queremos ser o acaso no reconocemos algunos de nuestros problemas. El racismo perseguirá a Luis para siempre.