Desde que Arsenio hizo grande al Dépor, los partidos contra el Madrid se han tornado diferentes, más iguales. Se ha eliminado el bellísimo factor sorpresa y ambos se conocen sobradamente. Los blancos son el equipo más televisivo del planeta y eso lo convierte también en el más visto, en el mejor conocido. Solo la magia de algunas figuras, su capacidad individual para hacer lo que parece inimaginable, le aporta caracteres imprevisibles. Y aun así, sufre para ganar a equipos como el Lokomotiv o el Villarreal. No es menos cierto que se crece ante las dificultades y el Deportivo es una dificultad en sí mismo por la solidez defensiva, la buena salida de la pelota, la conducción por las bandas o la velocidad y capacidad goleadora, que no son un ansiolítico para el campeón de Europa. También las conexiones atacantes del Real resultan suficientes para quitarle el sueño a cualquiera y está claro que basta verlos para saber que los dos al 100% pueden darnos un espectáculo extraordinario. Personalmente, deseo poder cantarle los mejores goles a la memoria hermosa y agradecida de Vicente García, a Chente, que se nos ha ido sin avisar, con su corazón desmedido, dejándonos envueltos en la tristeza, en la incomprensión de la vida y de la muerte. Que Dios lo guarde y que nos espere paciente. El juego del Deportivo en Munich o el del Madrid contra el Valencia nos sitúan en el cielo. Por ello, será bueno recordar el hermanamiento galaico-madrileño con motivo del hundimiento del Prestige y la solidaridad mostrada por los blancos, cediendo gratuitamente su estadio y su equipo para Galicia, para entender que el fútbol debe servirnos como punto de unión, como nexo entre los ciudadanos y no como razón de alejamiento, prohibición o elemento restrictivo de la convivencia. Y después, que gane el que mejor juegue o el que más suerte tenga o el que Dios quiera pero, por favor, no nos roben el fútbol. No quiero que nos hurten su esencia en nombre de las sociedades anónimas o del valor de unas acciones. Mantengamos el espíritu porque sin él la materia es solo naturaleza muerta. Y, entonces, solo nos quedará un balón.