El pesimismo no suele resultar buen consejero para tomar ninguna decisión. Ahora, cuando los vientos soplan contrarios y bravos como el mar galaico, se me antoja fácil criticar, censurar o recordar lo que se dijo hace mucho tiempo. Pero no. Es tiempo de serenidad. La templanza en la adversidad, solía decir el abuelo. Y no le faltaba razón.
La diferencia entre las personas inteligentes y las que no lo son vienen marcadas por la solución. El inteligente pone una solución allí donde hay un problema. El que no lo es, en cambio, añade al problema otro problema más.
Las historias de ir y venir, los cambios de residencia, las mudanzas en tiempo de crisis, los cambios de caballo en la mitad del río, no encierran ninguna solución sino que aportan otra preocupación añadida a las ya existentes.
Los seguidores del Deportivo son muchos y han sido fieles al equipo siempre. Los seguidores del Superdépor son muchos pero solo caminan junto al equipo cuando gana. Siempre me hablan en La Coruña de “los que íbamos a ver al equipo en Segunda B”, como si ello confiriese en sí mismo un carnet especial de ciudadanía deportivista. Las cosas cambian, la vida cambian, los tiempos cambian. El club, por más nos empeñemos en ver la botella medio llena y la deuda neta, también una parte de botella medio vacía y cerrar los ojos ante esa realidad complica aún más la existencia. Es momento de serenidad, de cordura, de tranquilidad. Es momento de planificar bien lo que antes no se pudo hacer.
La Coruña y los coruñeses, y media España, hemos disfrutado muchos años con el juego sólido y consistente del Deportivo. Ahora mismo, el club y el equipo se encuentran en la encrucijada. Si se trabaja con orden y seriedad, con humildad, se tomará el camino hacia arriba. Si el criterio se traduce en orgullo mal entendido o en permanente amenaza de bomba, corre el riesgo de despeñarse. Y más de uno ya se ha caído en los últimos años. Sensatez.