El mesianismo toca a su fin. Se cultivó durante una época y los ciudadanos honrados creían a pie juntillas lo que el supuesto líder les contaba. Todo se daba por bueno. Ese movimiento llegó al periodismo, al fútbol, donde casi siempre hemos visto mesiánicos, algunos más excéntricos y otros más moderados, y a todos los sectores de la sociedad. Se sienten dueños de la verdad absoluta, de del bien y del mal, propietarios del derecho a bendecir o castigar con las penas del infierno en vida. Y lo hacen mientras pueden.
Empiezan por prometer y, al principio, van cumpliendo hasta que tienen al populacho en el bolsillo y empiezan su verdadera obra cumbre: la de adueñarse de todo. En honor a la verdad, suelen conseguirlo aprovechándose de la gran bondad de quienes les siguen, unos incautos, otros, ignorantes o sencillamente buenas personas que no piensan que, alguien que consideran de los suyos, pretenda embaucarles. Sin embargo, chocan con profesionales.
Le gente es buena por naturaleza, al menos yo considero que la bondad es natural en el hombre y que su perversión es posterior: y la gente tiende a creer. Ocurre, en cambio, que cada día creemos menos y, lo que es peor, cada vez nos fiamos de menos semejantes, sobre todo, si nos reiteran lo que nunca serán capaces de hacer en contra de nuestra voluntad. Sin embargo, justo eso, nuestra voluntad, es lo que menos les importa. Terminarán por hacerlo. Rozan lo corleonesco y no atracan a punta de navaja bandolera pero compran conductas a quien se presta al cambalache. Eligen métodos cuidados, que no manchen su popularidad, y hacen magia cada mañana para mantener su status.
Sin embargo, a veces, se les cae el pañuelo o la chistera y se ven las cartas marcadas de una baraja sucia; las palomas dejan de volar; ya no salen conejos del elegante sombrero. Y ahí comienza su descrédito. Que desaparezcan de la escena es cuestión de tiempo. Han iniciado su cuesta abajo, su declive, y muchos los verán abandonar el barco agitando un pañuelo mientras se secan lágrimas de cocodrilo. No eran más que falsos Mesías. Embaucadores con corbata. Piratas de traje caro.