9 Ene, 2014

Malos ejemplos

Hacía mucho tiempo que nuestro fútbol no se veía sacudido por reyertas callejeras a pie de de campo o combates de boxeo de escasa categoría en los túneles de unos vestuarios. Uno siempre cree que la crispación ha desaparecido y que los españoles dejaríamos estos métodos pasados de moda. De hecho, todos censuramos las malas maneras, desaconsejamos los insultos y, por supuesto, las soluciones a puñetazos. Los últimos cuarenta años de paz nos llevan a pensar que el dialogo, la educación y la caballerosidad- que implica tanto saber ganar como perder-, deben prevalecer sobre cualquier otra conducta.los-hinchas-asaltan-el-palco-del-racing-de-santander

El deporte, y el fútbol en particular, supone un escenario que goza de grandes altavoces para que la música que suene parezca armoniosa y no el lugar donde las gentes se enfrenten en peleas de corte macarra. Yo sé que los árbitros tienen la culpa de todo, ¡faltaría más!, y es una leyenda que da buenos resultados si se sabe aplicar bien. Hay quien elige el papel de víctima de las campañas orquestadas y quien prefiere guardar la compostura. Hay quien elige dar alas a la demagogia y quien sabe hablar en el momento debido. Hay quien vive muy preocupado por lo que dice la prensa y quien es capaz de soportar cuatro voces consciente de que el tiempo le dará la razón.

Lo de los árbitros es muy socorrido. Y también antiguo y circense. Todos se equivocan a favor y en contra y no tiene solución porque errar es de humanos. Y más humanos, por lo mucho que yerran, parecen algunos entrenadores callejeros y algunos directivos que no conocen este mundo del fútbol. Incluso los futbolistas se equivocan y rematan fuera. Ahora que entramos en fases de las competiciones en las que las victorias y las derrotas catapultan a determinadas personas a la gloria o al infierno, el árbitro es una llamada al 112. Una emergencia, siempre a mano.
Los clubes son lo que sus responsables planifican pero también lo que sus irresponsables sacan a relucir en cualquier callejón oscuro, túnel o rueda de prensa. Se tarda años en lograr una buena reputación y un minuto en perderla. Es verdad que hay quienes nunca gozaron de buena fama. Por eso, quizá, no nos sorprenden aunque sí nos duelan sus enormes meteduras de pata.