8 Ago, 2004

El directivo que tenia alma

A Pepe le gustaba el trabajo en la sombra, el silencio como manto envolvente de todas las cosas. Jamás buscó el protagonismo sino el cumplimiento de sus sueños interiores, que no eran otros que los de su madridismo más sano, profundo y hacendoso. Fue uno de esos directivos que tanto abundan en nuestro fútbol y que tan poco se dejan ver, esos que en verdad hacen el fútbol a diario, lejos de los flashes y de los cargos elitistas del balompié. Se fue construyendo a sí mismo día a día, aplicando viejos valores como el sentido común, la honradez y, especialmente, la bondad, su calidad humana. Era uno de esos directivos que se atrevieron a tener alma. Formó parte de dos juntas del Madrid y ejerció la sinceridad como bandera de sus actuaciones. Así actuó al entrar con Ramón Mendoza y así dirigió las obras de la Ciudad Deportiva. Tampoco le tembló el pulso cuando tuvo que decir adiós al palco. Le dolió mucho, y yo lo sé porque me lo contó detalladamente, pero lo decidió. José Luis Fernández Centeno se integró en el mundo del fútbol por pura vocación, por la pasión que los seres humanos aceptamos cuando procede de nuestros equipos de la infancia, con el deseo de contribuir al progreso, al avance, a la prosperidad de su club. Concibió el fútbol y su Real Madrid lejos de los negocios, en los que fue honrado, pulcro, íntegro, noble, ético y limpio. Uno es como es y se comporta como tal. Le agradezco mucho la herencia de camino bien hecho que nos deja a todos y de la que María Luisa, su viuda, Susana, Carlos y Sergio, sus hijos, como sus amigos, pueden sentirse muy orgullosos. Su corazón requirió buenos cuidados, todos fueron pocos, y sus ganas de vivir se tornaron contagiosas. Bien lo sabe nuestro cardiólogo, José María Maroto, el pionero de la rehabilitación cardiaca en nuestro país. Bien lo saben Pedro Abrego, Antolín Murias, Leoncio, Juan y sus chicos del Txistu y del Donostiarra. Lo sabemos todos, que Centeno fue de verdad uno de esos hombres que se atrevió a tener alma y a enseñarla. Gracias y que Dios te guarde junto a El en algún lugar desde el que puedas seguir viendo el Bernabéu… y la playa de la Concha.