Hace doce años que el Bernabéu grita eso de “illa, illa, illa, Juanito maravilla” cuando el cronómetro cruza el minuto 7 de cada partido. Muchos son los que recuerdan con nostalgia el espíritu de aquel equipo de los ochenta, como si aquellas sensaciones encerrasen el alma del Real. Y es verdad que el carácter y la personalidad llegan, a veces, a marcar el devenir de un suceso. Que el peor Bayern que se recuerda pudiera noquear al Madrid en Munich hace un par de semanas nos deja poco margen para el error. Los enfrentamientos entre dos grandes del fútbol europeo siempre hacen saltar chispas, bien por la fuerza de sus choques, bien por la calidad de sus futbolistas. Los alemanes han comenzado ganando en un despacho una parte del partido, la sanción a Roberto Carlos, y se han topado de bruces con al suerte aliada en la lesión de Ronaldo. A estas alturas, llevan ventaja. Solo les falta marcar un gol para que todo se les ponga aún más de cara. Los madridistas acudirán al estadio con el espíritu de las grandes noches europeas, con el recuerdo de aquellas eliminatorias vibrantes, brillantes, goleadoras, aquellas noches en las que ya no estaban Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento sino Juanito, Camacho, Santillana, Butragueño, Valdano o Stielike. Ellos auspiciaron el nacimiento del espíritu de Juanito. “Noventa minutos en el Bernabéu se hacen muy largos…”. Juanito resucitó la verdadera personalidad del Real. Ahora, los galácticos- a veces terrícolas despistados- aportan la calidad que antaño no se destilaba pero las grandes gestas siempre se han mezclado de calidad y carácter. Por eso, no se extrañen si mañana sobrevuela el Santiago Bernabéu la sombra añorada, querida y siempre recordada de aquel 7 blanco que ganaba los partidos incluso después de irse. Será porque algunos hombres nunca se han muerto del todo. El Bayern debería saberlo, que mañana no juegan Roberto ni Ronaldo pero juegan Juanito y once más. Atentos