El Madrid ha cambiado gracias a Ronaldo. Su fútbol condiciona el juego de ataque del equipo y ha terminado por llevar a variaciones tácticas muy beneficiosas. El equipo se ha hecho al estilo brasileño: sale con dos medios centros por delante de los centrales y obliga a jugar por dentro a Figo y a Zidane. Crea así un cuadrado en el medio campo al estilo del que hicieron famoso Mauro, Dunga, Zinho y Mazinho en el Mundial ‘94. Al jugar Figo y Zizou como interiores, Michel y Roberto Carlos gozan de mayores pasillos por las bandas y los movimientos de desmarque de Raúl abren más huecos. Por si fuera poco, Ronaldo cumple a la perfección con su papel de exterminador, de liquidador de ilusiones rivales. Juega cómodo, a su gusto, se le ve feliz, combina, pasa, toca, corre, trabaja, se mueve y define. Lo que todos esperábamos de él. Con este nuevo modo de jugar (¿sistema?), el Real Madrid ha adquirido una mayor fuerza dentro de sus debilidades y limitaciones defensivas. El equipo se fractura cuando pierde la pelota porque los cinco ofensivos defienden menos y se obliga a un esfuerzo mayor al quinteto de contención. Por eso, Flavio es imprescindible y Guti – jugador de calidad incuestionable que defiende como las superestrellas- ha pasado de ser una necesidad a un recurso, es decir, un lujo. Antes, cuando el Madrid perdía la pelota sufría. Ahora, ha aprendido lo que antes no dominaba: el contraataque. Tácticamente, ahora es más rico, más completo: ataca y contraataca. Por eso, el Deportivo no le hizo daño al jugarle muy arriba. Cuando el rival los empuja a defender en su frontal de área, Helguera y Pavón, sensacionales el domingo, actúan más cómodos. Esta nuevo despliegue táctico (4-2-2-2) le da al Madrid un aire brasileño que, unido a la enorme calidad de sus futbolistas, lo sitúa en la cima del juego. Si el trabajo defensivo fuese más compartido, más colectivo, el equipo sería casi invencible. Y eso se entrena, como casi todo.