Los españoles no merecíamos una estupidez de este calibre. Podemos culpar a Iñaki Sáez, por ser de ‘perfil bajo’, a Villar por no comprar a los árbitros, como tampoco los compró en Corea e, incluso, a Zapatero porque, efectivamente, se empeñó en traer a nuestras tropas futbolísticas antes del 30 de junio y siempre promete lo que cumple. Pero me quedo con los futbolistas como máximos y fundamentales culpables del fracaso. No han dado la talla, no han justificado su fama, no han ganado nada y los consideramos megaestrellas. Sólo son extraordinarios los que vencen, como en la guerra, como en la Historia. Y a los periodistas, que vendemos humo porque nos viene muy bien y porque no hay cataplines para decir que Fulano con Zutano están para quedarse en casa, por miedo a que dejen de hablarnos. Todos nos dormimos en una sobredosis de autocomplacencia. En España, si pierdes, ya no pasa nada. Más aún, hay gente que se alegra. La Selección debe regenerarse ya o la marea roja saldrá huyendo.