Siempre he entendido el fútbol como un lenguaje de masas, como un enorme y hermosísimo medio de comunicación entre los hombres de todos los países y me he imaginado la pelota como una gran paloma de la paz, de esas que Picasso dibujaba en cinco trazos como si fuera fácil. El partido contra la pobreza llega en el mejor momento, en las vísperas dulces de una Navidad llena de afectos y después de un incidente que ha unido aún más, si cabe, a un pueblo dañado y dolido por el terrorismo y la violencia en su máxima expresión. Es de agradecer que los futbolistas que gozan de alto poder adquisitivo se acuerden de los pueblos que pasan hambre, de los países que viven por debajo del umbral de la pobreza. Ellos mismos han salido de familias humildes y han llegado a lo más alto porque han tenido siempre bien presente que la vida gira y se puede llegar arriba del mismo modo que se puede vivir abajo. El mundo es un balón caprichoso y juguetón que algunas veces se cuela por la escuadra y otras sale muy desviado del objetivo. La idea de Ronaldo y Zidane, nos congracia con los sentimientos más nobles, nos permite descubrir los corazones generosos de aquellos que más tienen y nos brinda la oportunidad de acreditar nuestra solidaridad con los que sufren. Cada euro que se deposite esta noche en el Bernabéu será un testimonio de las bondades humanas y un recado a los que pretenden alterar la convivencia, también entre ricos y pobres, que desean vivir en paz, aunque no dispongan de excesivos recursos para salir adelante. Esta noche el fútbol será mucho más humano, más sincero y su mensaje se tornará universal.