Se viene observando, de un tiempo a esta parte, una mayor incidencia de determinados sectores de la comunicación en los aspectos privados de los futbolistas que en los fundamentos propios de su profesión. Los periodistas deportivos tendemos a minimizar las andanzas de los jugadores en tanto que los especialistas en lo mal llamado rosa caminan justo en dirección contraria. Los deportivos sabemos que los futbolistas salen por las noches, alternan, toman copas y ligan o son ligados como corresponde a su edad y situación. No valoramos como noticia que se acuesten tarde o temprano o que cenen fuera o que se separen. Nos interesa la vida deportiva sin fijarnos en la cantidad de bragas a media asta que pululan alrededor de las estrellas. Es verdad que se viene produciendo un alejamiento de los futbolistas de los periodistas en la nueva Ciudad del Fútbol. Alejar a los artistas de sus periodistas, con quienes comparten un código ético insoslayable, complica la génesis de noticias deportivas y alimenta la necesidad de buscar carnaza donde no hay información. Por eso, ahora se habla más de las lágrimas de una starlette o de las presuntas conversaciones de una fea, demacrada, famélica y recauchutada modelo a la salida del cumpleaños de Ronaldo. El brasileño hace la misma vida esta temporada que la anterior: vive en De María con Juan Gudiño y el profesor Reyes di Marco. Antes no era noticia, ahora sí. ¿Por qué? ¿Sólo por la llegada de Beckham que arrastra tras de sí a los estúpidos depredadores de los tabloides ingleses? Debemos proteger el fútbol entre todos. El Real Madrid, como organización, corrigiendo las distancias, los futbolistas aportando una mayor dosis de discreción- que no cuesta nada-y los medios con la natural dedicación a lo profesional. La puerta está entreabierta. O se abre o se cierra. El fútbol gana enteros cuando no se sale de ciertas normas que todos conocemos y merced a ellas viven y sobreviven millones de personas en el mundo.