Los triunfos del Sevilla no llegan como producto de la casualidad sino de un trabajo bien hecho. A pesar de la mala fama que le precede, de equipo tosco, físico, agresivo o violento, el resultado que observo sobre el campo de juego se me antoja de mayor calidad y con futbolistas de categoría. El fútbol del Sevilla no es rudimentario ni bruto sino táctico y técnico. Jugadores como Daniel Alves, Renato o Baptista, con su carácter y sus condiciones sudamericanas le han dado un toque brasileño muy propicio a los equipos del sur y, en especial, a la escuela sevillana. ¿Por qué acierta en estos fichajes el Sevilla? Por la planificación, por el seguimiento a jugadores de los cinco continentes y por el criterio que permite incorporar jugadores desconocidos a bajo precio. La ventaja es que rinden más que muchos famosos y siempre se pueden vender a un precio muy superior al que han costado.
El esfuerzo de Monchi, un guardameta fichado por Luis Cuervas y descubierto por el fallecido presidente para las tareas técnicas, ve sus frutos. Y ellos son consecuencia de una presencia arrolladora en todos los torneos de fútbol base del mundo entero. Mientras Monchi y los suyos se tragan quince partidos en tres días, otros ven un par de ellos por televisión. Luego, Caparrós pone su toque, su personalidad, y conjuga las condiciones técnicas individuales con un trabajo soberano de equipo, con una tarea colectiva que el público, necesariamente, agradece. El Sevilla ha marcado la pauta y su clasificación no parece engañosa sino coherente a sus maneras de elaborar plantillas, equipos y juego. Lo merece.