Jorge me cae bien. Se expresa con pulcritud y, en general, con acierto. Se trata de un hombre de fútbol, con una experiencia rica como futbolista y entrenador. Es menottista por prescripción facultativa pero fue campeón del mundo con Bilardo, drama vital que solo se solapa acudiendo a Maradona. Pero no nos engañemos, Jorge se perdió con el poder que le otorgó Florentino Pérez. Le paga un excelente contrato (dicen que 300 millones), le ha permitido meter a Ramón Martínez, a Butragueño y a todos los ayudantes que necesita (cerca de quinientos millones de departamento), le permite hablar de lo que quiera y con quien prefiera. Pero, poco a poco, se ha ido cayendo. Valdano ha quedado como el pararrayos del presidente, el saco de los golpes, el experto en situaciones ridículas e incomprensibles. Tan pronto manifiesta su admiración por Scariolo como le obligan a echarlo la semana siguiente, igual advierte la posibilidad de fichar a Beckam como se traga el sapo de la corrección presidencial. Jorge dirige el club sincerabas, manda en la empresa aunque sea de otros y se confiesa con quien le place pero, al final, con un equipo de tronío, de campanillas, abundante en cargos, despachos y cientos de millones, resulta que no puede dirigir nada, mandar nada ni hacer declaraciones sobre nada porque siempre que decide algo ya está previamente decidido por el presidente. Desde el punto de vista financiero, por trescientos millones de pesetas hay mucha gente dispuesta a aguantar lo que le echen, (incluso más que Jorge), tragar lo que le pongan por delante y, además, exhibir una poderosa y amplia sonrisa “profidén”. Pero para un tipo que domina la filosofía de la vida, el arte, la estética y la moral, para un tipo elegante y de buenas maneras, amén de otras virtudes dignas de elogio, no parece excesivamente recomendable asumir que todo lo que sucede se aguanta por dinero. Ni creo que lo necesite ni va con su forma de pensar. Estoy seguro de que Valdano se encuentra muy incómodo viendo cómo los que lo rodean saben utilizarlo de frontón cuando les interesa y no les duele nada dejarlo en evidencia cuando lo necesitan. Porque sería incomprensible pensar que todo lo que ha sucedido es una enorme torpeza del director general. O se es así de torpe o se es director general pero todo a la vez y con trescientos kilitos de los antiguos… sería para nota, compañero.