Quien más, quien menos, andaba con un nudo en el estómago. Primera final para clasificarnos para los octavos de final. Brasil y Argentina venían haciendo los deberes, Portugal se abrochaba una goleada de escándalo, que bien pudo repetirse en el emblemático Ellis Park. No hizo tanto frío como nos dijeron y, por si fuera poco, la Roja se empeñó en calentar la Nueva York sudafricana a base de temperatura de juego y de ocasiones de gol. Los espectadores asistían atónitos a un despliegue de todas las armas que el fútbol sugiere. Juego colectivo, fútbol de toque y combinación, acciones individuales, disparos a puerta, remates cruzados, tiros al larguero y toda suerte de recursos que un partido permite.
Se me antojaban pocos los goles a efectos del desempate con Suiza, caso de darse en la última jornada, y la ocasión venía pintada. Honduras miraba cómo jugaba España y pensaba en la manera de taparse del chaparrón que se le avecinaba. Sólo la mala suerte y la falta de puntería evitaron que la goleada ibérica protagonizara la jornada. España no sufrió para alcanzar su objetivo, que era vencer, pero no fue capaz de desplegar el acierto rematador de una selección llamada a estar entre las grandes. Si Villa, el Guaje, no salió esta noche de Johannesburgo como pichichi del Mundial probablemente le cueste trabajo conseguirlo alguna vez. Parecía imposible tocar tanto, llegar tanto, abrir tanto hueco, combinar tanto y rematar tanto y…marcar tan poco. Ni de penalty. El partido nos dejó algunos regalos, el pase de Piqué a Villa en el primer gol, el quiebro del asturiano y su remate a las redes, algunas combinaciones trenzadas con primor y detalles de técnica individual. Y mucho fútbol colectivo. Nos quedamos con hambre de gol. Del Bosque y sus rojitos parecen ahorrar el éxito y dosificar las alegrías. No remachó y la diferencia de goles puede darnos una grata sorpresa o una jugarreta maléfica siempre que consigamos vencer ahora a Chile, una selección potente, poderosa, muy bien dirigida- quizá uno de los mejores entrenadores del mundo-, con oficio y que podría quedar fuera del Mundial si se dan las victorias de España y Suiza, con una determinada diferencia de tantos. El partido del viernes precisa que la mejoría de España se vuelva a apreciar, que sigamos caminando de menos a más y que se concreten las ocasiones de gol. En un Mundial, una oportunidad fallida puede entrañar la eliminación y un gol más la felicidad suprema. Cumplimos el primer trámite evitando el primer match-ball. Ganamos. Era lo importante. Mantengamos ahora las ilusiones intactas y los pies en el suelo, la cabeza fría y el corazón caliente. Todavía no hemos conseguido casi nada, salvo meternos segundos y depender de nosotros. Ese es el mejor regalo, que no es poco.
Nos espera Pretoria, la capital política y administrativa de este maravillosos país que está organizando un Mundial excelente. Allí, el próximo viernes a las 20,30, es el día y la hora de saber si podemos ser grandes. Y, la verdad, es que siempre se puede ser más grande. Dice ese genio de la escena y la literatura, del pensamiento, que es Pedro Ruiz, que la risa es el orgasmo del alma. Quizá el gol sea el del fútbol. En ese caso, España mereció disfrutar mucho más.