El fútbol debe responder a un criterio, a una manera de pensar, a una idea. Cuando ésta es clara, diáfana, sin fisuras, resulta muy fácil llevarla a la práctica. Tener criterio equivale a convertir la coherencia en arma cotidiana y ahí reside, a mi modesto entender, la clave del éxito.
Una empresa necesita acertar con el criterio adecuado y ejercerlo como hábito saludable. Para ello, se necesitan excelentes profesionales y buenas personas y suele convertirse en piedra angular del éxito conseguir que la armonía reine entre los miembros del equipo y sus niveles de conocimiento.
Una manzana podrida pudre el saco entero.
Un club es una idea. Cuando sucede así, llegan el buen funcionamiento, el mejor juego, la estética y el equilibrio. Hay ejemplos que acreditan esta teoría y el drama procede siempre de la ausencia de un criterio acertado, en definitiva, de la confusión o de la obediencia a intereses ajenos al grupo. En el fútbol, cada pieza integra un puzzle complejo. Cada una debe encajarse en su sitio para que el rompecabezas cuadre. Conviene adecuar
las estructuras y las personas, aprovechar los conocimientos y el compromiso con la verdad, la lealtad a una institución y la entrega al servicio de una causa. Resulta necesario para ser serios, jugar bien y ganar, es decir, alcanzar los objetivos haciendo felices a los seguidores.
Carlos Goñi, mi Revólver favorito, genio de la música, filósofo del rock y poeta revulsivo de conciencias, me lo contaba mientras David, “el Niño”, un crack, nos servía una copa de Mauro en De María, antes de poner La Riviera patas arriba. Goñi sabe.