Ahora que se cuestionan, como siempre ha sido, las decisiones y los idearios de la televisión pública estatal, parece razonable reflexionar sobre la calidad de sus profesionales, tanto quienes aparecen ante las cámaras como aquellos que resultan invisibles, e imprescindibles, para el espectador. A la denodada, vejada, insultada y eternamente despreciada TVE, le pertenece el agradecimiento y la valoración excelente de la cobertura de estos Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Desde el punto de vista profesional, el trabajo técnico y el dispositivo dispuesto para cubrir tan magno acontecimiento merece el mejor de los elogios. Me resulta un placer maravilloso sentarme ante el televisor con la seguridad de que voy a ver todo y a enterarme de todo. Desde el prisma del periodismo deportivo, no cabe duda de la preparación de los informadores y de la imagen amable que transmiten, sin que ello obste para que recibamos un mensaje objetivo, serio, bien comentado y con nitidez.
Todo lo que antecede me reconcilia con la televisión de calidad, con esa calidad que siempre reclamamos y que sólo entendemos, por aquello del dinero, en las televisiones de pago. Cuando se trabaja con criterio, con rigor, con una planificación adecuada y se cuenta, además, con la más amplia experiencia en la cobertura de grandes eventos, cuando se ponen todas las ganas del mundo para hacer bien el trabajo encomendado, el resultado debe ser necesariamente positivo.
Seguramente sorprenda que alguien escriba para reconocer y aplaudir la labor de una televisión pública vilipendiada con cualquier excusa pero considero justo agradecer el trabajo de todos los profesionales de TVE. Una brillante lección de periodismo y televisión de calidad.