Llegará al Mundial de Brasil con cuarenta y tres años recién cumplidos y una experiencia sobrada en altas esferas nacionales e internacionales. Era, junto a Alberto Undiano Mallenco, uno de los españoles que aspiraban a lucir la escarapela FIFA en la fase final de la Copa del Mundo. Irá acompañado por Juan Carlos Yuste Jiménez y Roberto Alonso Fernández, dos de los mejores asistentes del fútbol mundial y, con ello, todo apunta a que el arbitraje español, siempre tan denostado, pueda brillar a buena altura en las dificultades de una competición que volvemos a mirar con ojos golosos.
Carlos Velasco Carballo no es un árbitro más sino una persona preocupada por la formación, que ha estudiado y se ha interesado por aprender todo cuanto rodea al deporte y al fútbol en particular. Estamos ante un árbitro de gran madurez personal y profesional. Tuve la suerte de impartirle clase en el Curso Superior Universitario de Gestión Deportiva de FIFA-CIES y, en todo momento, fue serio y riguroso, como corresponde a un ingeniero industrial que llegó a tener a su cargo cuatrocientos empleados en la segunda empresa mundial de su ramo. Es un “pata negra”, en el arbitraje y fuera de él.
Se tarda muchos años en ganar un cierto prestigio y más aún en alcanzar el respeto de los demás y, en cambio, en apenas un minuto, puede caerse todo por la borda. A Velasco le ha bastado conducirse como en verdad es para llegar a conseguir lo primero sin correr el más mínimo riesgo de tropezar en lo segundo. Y es tarea harto compleja cuando se trata de juzgar en décimas sobre acciones que descargan todas las pasiones e instintos de los seres humanos.
No deja de parecer curioso o, si se prefiere, paradójico, que nuestro arbitraje esté tan mal considerado entre los aficionados españoles y goce de la más alta estima y consideración en los principales países del mundo. No ha sido sencillo para FIFA, a buen seguro, escoger entre Undiano y Velasco y la decisión, sinceramente, hubiera resultado acertada en ambos casos.
Sería conveniente que, además de las opiniones del forofo, tan respetables en la medida que valiosas, aprendiéramos a valorar lo que tenemos en casa. Y en el paquete podemos incluir a los periodistas que lideran errados criterios cuando desconocen las reglas de juego.