Madrid es una ciudad abierta, un punto de encuentro de culturas, de ciudadanos de cualquier parte del mundo, un crisol receptor de todas las corrientes. Madrid es ciudad cordial, trabajadora, prudente, discreta y eficaz, un lugar donde a nadie preguntan sus orígenes mientras se abre a todo aquel que desea integrarse. La osa que lame el madroño representa la fecundidad, la tierra, la solidaridad, la hospitalidad sincera, el amor.
Ahora, Madrid quiere albergar los Juegos Olímpicos de 2020. Tuvimos en Barcelona 92 el ejemplo de nuestro saber para organizar en democracia una competición de esta grandeza. Antes, habíamos organizado el Mundial 82 en un clima de crispación social insuperable. Para ese Mundial, elegimos a Raimundo Saporta; para Barcelona, contamos con Juan Antonio Samaranch; y para los JJOO 2020, Madrid ha designado a Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español. Blanco asume la responsabilidad de ser el Saporta y el Samaranch del 2020 madrileño.
Creo firmemente en las cualidades de Alejandro, en su sabiduría, en sus conocimientos, en sus relaciones, en sus estrategias y en su capacidad de trabajo; creo firmemente en su vocación y en su amor por el deporte y en su pasión por el país al que representa. Considero un acierto su elección y albergo la esperanza, esta vez sí, de que la Puerta de Alcalá se tiña con los colores de los cinco aros y la blancura de fondo del alma madrileña, que es alma de España. Tanto Saporta como Samaranch manejaban el deporte, la política y la diplomacia. Alejandro Blanco también.