El mundo nace en la idea y ésta debe someterse al filtro de la reflexión interna y del debate externo. Nada existe fuera del pensamiento, desarrollado en diferentes extensiones, todas medibles aun en su concepto más abstracto. Hemos de convenir que el acierto o el fracaso obedecen igualmente al conocimiento previo y a su análisis, a la existencia de un criterio conductor y a un procedimiento que corresponde a los valores morales para su desarrollo. Nada es ajeno al pensamiento y a su debate posterior.
Ocurre con demasiada frecuencia, tal vez, en el tránsito diario de las cosas, que aquellos que soportan la inexcusable obligación de pensar y discutir el criterio adecuado, suelen dejarse guiar por la creencia de su infinita sabiduría, claramente equivocada porque todo halo de conocimiento resulta finito. Sin embargo, las costumbres de aceptar por la vía de la excelencia cuanto procede de los poderes de hecho, nos han conducido a una situación de irreflexión que causa daños severos en las conductas de los ciudadanos.
En política, por citar un caso, hemos sufrido cuatro años de maldad, egoísmo e ignorancia de un Secretario de Estado para cualquier cosa menos el Deporte, empeñado en buscar la corrupción donde no la había mientras protegía en sus amigos y cómplices, supongo que en su inconsciencia e inutilidad, las prácticas que ahora censura como corruptas. Sé fuerte, Miguel.
Mientras Mariano Rajoy proclamaba adecuadamente las alegrías del deporte español, que las hay por cientos, Miguel Cardenal sacó el ventilador de sus propias heces e invadió nuestro país con tanta negatividad que nuestro deporte parece hundido en la corrupción. Y eso no sucedió hasta que llegó el aprendiz de monaguillo.