La fase de clasificación para Brasil 2016 ha resultado demasiado larga debido a dos resultados, los empates en Madrid y Gijón ante Francia y Finlandia, partidos que España mereció ganar sin apuros. De haberlos ganado, estaríamos clasificados desde marzo. En cualquier caso, la solución final es la correcta y el objetivo perseguido se ha alcanzado
Se ha abierto un debate sobre el descenso del nivel de juego de la Selección en los últimos meses. Convendría reflexionar acerca de lo que este equipo nos ha ofrecido. No se puede vivir siempre tocando el cielo. Llevamos viendo desde 2008 un estilo propio, bien evolucionado, perfeccionado al máximo y que ha dado tres títulos históricos. Podría argumentarse que, en fases previas, los jugadores no sienten la motivación que se impregna en su alma durante las fases finales. Quizá sea algo parecido.
Un Mundial significa la expresión máxima del futbolista, del equipo y de su juego, de su nivel y de sus recursos. Se dedican bien mentalizados y plenamente concentrados, exclusivamente, a esa competición mientras que estos inviernos largos de las clasificaciones entrecruzan ligas, copas del Rey, Champions League y Selección. Aunque la motivación resultase la misma, la concentración es necesariamente diferente.
Además, en el transcurso de dos años, los jugadores atraviesan diferentes estados de juego, sufren pequeñas lesiones, acumulan cansancio por la escasez de vacaciones y se ven sometidos a una presión en sus clubes, a la lógica exigencia de ganar que se estira en el tiempo. Independientemente de estos y otros factores, creo que España sigue siendo un equipo de confianza, que merece reconocimiento y fe en sus posibilidades. También será bueno recordar que solo Italia, en 1934 y 1938, y Brasil en 1958 y 1962, en plena explosión de Pelé, consiguieron ganar dos Mundiales seguidos.
El anfitrión luce cinco estrellas en su camiseta. Lo normal, atendiendo a estos datos, es que España no gane el próximo Mundial y, sin embargo, no pierdo la esperanza. Seguramente, porque los conozco a todos muy bien desde hace años y ni el paso del tiempo me hace desconfiar. Será mi debilidad por Iker y todos sus compañeros. Los pies en la tierra y las ilusiones por las nubes.