Hay opiniones para todos los gustos. Unos, no quieren que España utilice a un brasileño nacionalizado porque, en su argumentación, desvirtúa el sentimiento y el orgullo de pertenencia. Otros, en cambio, se sustentan en los precursores de Diego Costa, desde Di Stéfano o Kubala hasta el más reciente Marcos Senna para explicar que, si la legislación vigente lo permite, no hay razón para renunciar a un buen futbolista. Y, por último, hay quien piensa que la incorporación del rojiblanco cerraría las puertas a jugadores nacionales de toda la vida, como Fernando Torres, Soldado, Negredo, Llorente o Villa.
Sinceramente, todos tienen motivos para expresarse como lo hacen y sus razonamientos resultan tan válidos en un caso como en los otros. Lo que resulta incuestionable es que, desde que Del Bosque informó de las opciones de convocar a Diego para jugar con la Selección, la imagen del hispano-brasileño se ha dulcificado y sus modales en el campo, en ocasiones groseros o desabridos, se han suavizado. Los medios de comunicación especializados hablan de él como de un futbolista interplanetario por sus goles en la Champions y por su sello en la liga española. Sucede algo así como si, ahora, todos quisiéramos ver sus virtudes y el primero que ha liderado esa visión es Vicente del Bosque, persona en la que podemos confiar sobradamente. Y la verdad es virtudes tiene de sobra. Tengo la sensación de que todo el mundo querría a Diego Costa en su equipo.
Considero, modestamente, que el estilo de juego de sus futuros compañeros de Selección, su manera de conducirse por la vida, su educación exquisita en la deportividad, ha ayudado a que el propio Costa contribuya con su comportamiento a que nadie dude de él. No en vano, en el vestuario de los campeones, se valoran y se aprecian muchísimo esos detalles de compañerismo, de solidaridad y generosidad, de juego limpio, de sacrificio abnegado, que nos han llevado hasta el cénit de la gloria en el fútbol. No sólo somos campeones del mundo por nuestro fútbol sino también por los valores que defendemos y que, con tanto acierto, enarbolan nuestros internacionales. Diego sabrá ser uno más entre ellos y yo se lo deseo de todo corazón.