Nos hallamos ante un comienzo de liga diferente. A tres días del inicio, supimos quiénes jugarían en Segunda A y quiénes no. Hasta hace dos semanas, ignorábamos si el Deportivo podría evitar el descenso y, por el medio, el presidente de la Liga Profesional denunció amaños y sanciones. Por si todo ello fuera escaso, el Consejo Superior de Deportes, ha hecho público un informe que derrumba a la mayoría de los gestores ante situaciones ruinosas para una gran parte de los clubes y SAD.
Se cuestiona en estas fechas el modelo del fútbol español y pretende culparse a la Ley del Deporte de 1990, como responsable de esta situación. Sin embargo, la excusa es falsa. La Ley preveía la responsabilidad de los administradores, auditorías, avales y otras medidas de control. Y todo fue razonable hasta que el uno de agosto del lejano 1995, la Liga decidió descender administrativamente a Sevilla y Celta. El entonces presidente del Gobierno, Felipe González, recostado en su descanso de Doñana, observaba atónito el telediario. Un millón de personas se manifestaban por calles de Vigo, Valladolid, Albacete y Sevilla para protestar las decisiones de la Liga avaladas por el Consejo Superior de deportes. Y González, inmerso en otras guerras políticas que provocarían su caída, levantó el teléfono: “Con la que tengo encima, ¿me puedes decir quién es el gilipollas que me ha organizado esta trifulca?”. Jerónimo Saavedra, ministro de Cultura, le dio el nombre. “Pues que lo arregle. Que lo arregle hoy”.
Y lo arreglaron con una liga de veintidós equipos y un show tercermundista en televisión. Al año siguiente, ganó las elecciones José María Aznar. “Hay que modificar la ley para evitar otro caso Sevilla-Celta”. Y la ley se cambió con idéntica celeridad. El problema, por tanto, no reside en la ley ni en el modelo sino en quienes la modificaron y en quienes gestionan clubes y SAD. Los jueces aún no se han ocupado con suficiente contundencia de los malos gestores pero creo que no tardarán. Ellos son quienes aplican el ordenamiento jurídico y saben cuál es lugar de aquellos que juegan ilícitamente con el dinero ajeno.