
Papá Estado, y el Consejo Superior de Deportes, preferían radicales controlados y contentos en lugar de afrontar una conducta delictiva con la ley y los jueces. Hasta hace nueve días, cuando un muerto gallego los resucitó a todos. ¿Cuántas amenazas y palizas a periodistas se han producido en los estadios? Sé, por experiencia, lo que he sufrido con diversos grupos, alguno de ellos alentado incluso por el entrenador de un equipo y su propio hijo. He visto pintadas, quemar oficinas electorales (razón Alfonso Ussía) y ni un detenido. Los clubes han cobijado a los ultras hasta hace muy pocas fechas.
La Liga Profesional y el Consejo Superior de Deportes han tolerado las SS de sus siglas mientras la pomposa Comisión contra la Violencia ha resultado inexistente desde que la Ley 10/90 del Deporte, de 15 de Octubre, previera su constitución y funcionamiento. En verdad, nadie sabe cómo funciona aunque ahora, reunida con la urgencia del miedo al cadáver reciente, sepamos que sí fue constituida.
Pueden echar espectadores por insultar pero los delincuentes siguen libres por el fútbol español. Salimos a dos reuniones por muerto. Me da la sensación de que, al presidente Rajoy, no le cuentan la verdad.