No conozco a Gala León y no recuerdo haberla visto jugar nunca. Por lo tanto, no estoy capacitado para juzgar sus virtudes ni sus defectos. Debo, eso sí, manifestar mi extrañeza por su nombramiento del mismo modo que, a pesar de haber leído y escuchado a todo el mundo, sigo sin saber cuáles fueron las razones de su elección. Se ha suscitado un problema donde antes no lo había dado que la mayoría de profesionales que disputan la Copa Davis se han sentido extrañados por esta designación.
Analicemos. Ser mujer y entrenar a hombres no es causa para descalificar a Gala y nadie lo ha hecho, ni siquiera Toni Nadal. Determinados sectores han visto un filón feminista para machacar a uno de los mejores entrenadores y tutores del mundo. Estulticia. En el mundo del tenis, los asuntos de sexo carecen de importancia desde hace muchos años.
No haber sido una estrella del tenis mundial, a la hora de dirigir a un equipo de estrellas, tampoco es motivo de censura puesto que una cuestión es jugar muy bien y otra dirigir muy bien un entrenamiento o tomar decisiones sobre qué jugadores deben participar en una eliminatoria. Distingamos la práctica de la docencia.
El problema es que Gala León no es “una de los nuestros”. No estaba en ninguna quiniela, no llegaba con el respaldo de nadie más que de su presidente y su aparición ha supuesto la irrupción en escena de un paracaidista cuya llegada no estaba prevista ni preparada. Se ha hecho a ritmo de vértigo, se marcha uno y se pone a otra. Discusión terminada.
¿Cómo encajarán los tenistas que ella sea su entrenadora y capitana? Hay apuestas para decidir cuándo será destituida y sustituida por un hombre, con experiencia en el circuito y buena fama entre las figuras. No soy experto en tenis y, desde la distancia, me pregunto por qué esta mujer no puede ocupar la dirección del equipo español masculino de Copa Davis. Lo de los vestuarios me sugiere tan solo una sonrisa, quizá una mueca, pero nada más. Sería bueno saber por qué se han tirado encima de una persona que no ha hecho nada para ser ejecutada al amanecer. En realidad, ni han esperado a que amaneciera.