18 Oct, 2015

El método de Rafa Benítez

El entrenador ya ha empezado a degustar las amargas mieles del periodismo madrileño. De la noche a la mañana, Rafa se ha convertido en un entrenador defensivo y táctico, encorseta a los futbolistas, les impide crear su fútbol y se limita a destruir el juego del rival a la espera de cazar una ocasión y marcar gol. Curioso. Cuando hace un par de semanas, el Real Madrid  le metió seis al Español, era todo lo contrario y ya afloraban los triunfalismos mientras el Barcelona encajaba un montón de goles en cada partido, ya fuera Liga, Supercopa de España o de Europa.RafaBenitez_2869819

Sin embargo, a Benítez se le ocurrió salir en el Calderón con Casemiro de pivote, un buen jugador, que dota al equipo de equilibrio, que libera el trabajo creativo de Kroos y Modric, que facilita el mejor fútbol de ataque… y todo el mundo se le echa encima. Cometió el error de dejar fuera a Gareth Bale y sólo tenía a Cristiano Ronaldo y a Benzema como delanteros. ¡Qué gran pecado!

Cualquier razón sirve para fusilar a un entrenador porque siempre ganan los futbolistas y pierden los técnicos, unos por ultradefensivos o reservones, otros porque se suicidan con alineaciones alucinantes; es lo mismo. Siempre se le puede echar la culpa al entrenador y, si se pone la cosa fea, basta con echar al mismísimo entrenador.

Cada día entiendo menos de fútbol pero, aun así y consciente de ello, tengo la impresión de que Rafa Benítez no ha engañado a nadie, como tampoco lo hizo Mourinho ni más tarde Ancelotti. La gran ventaja a la hora de fichar a  un técnico es que se le reconoce a distancia. Benítez es uno de esos entrenadores que quiere tener todo controlado, uno de esos que Arsenio Iglesias llamaba “técnico de ordenador”. Y con su método y su estilo consiguió grandes y trabajadas victorias.

Su pecado en el Calderón no fue sacar a Casemiro, ni siquiera dejar sentado a Bale, que tiene su miga. Su drama fue empatar. Y ahí salieron todas las mangueras para sofocar un incendio que amenazaba con arruinar una noche que empezó pareciendo bella y terminó por convertirse en tormentosa.

Con Mourinho era diferente. Cuando el cielo escupía rayos y relámpagos, el portugués pensaba que Dios le estaba haciendo fotos con flash.