Las personas que nacen con grandeza de espíritu se acompañan de la humildad como virtud emparejada. Xavi Hernández lleva más de quince años dando recitales de fútbol, conciertos de magia. Sus armas son la visión de juego, sus medias vueltas sobre el balón para volver a empezar, las recuperaciones constantes, el pase siempre acertado al compañero, sus tiros de falta que sepultan a las arañas que tejen las escuadras de las porterías, sus goles, y su enorme capacidad para seguir corriendo más de once kilómetros por partido.
Xavi es un futbolista elegante, un talento natural, un creador de juego y también un finalizador. Estamos ante un futbolista irrepetible y su poderío físico no ha mermado ni un ápice con el paso de los años y la carga de las temporadas que lleva echándose a la espalda al FC Barcelona y a la Selección Española. Jugador de profunda personalidad, nació de la nada como por arte de magia y se llevó la gloria para estamparla en su camiseta.
Hay profesionales del fútbol que, de repente, se ven arrollados por una turba de desesperados que necesitan cambiar las caras y las modas y atropellan lo más valioso de nuestra sociedad. Xavi es un ejemplo para la juventud del mundo. Sin embargo, en ocasiones, hay quien no respeta los valores humanos y desecha la enorme capacidad futbolística de un genio sólo porque va cumpliendo años. El talento no tiene edad.
Al igual que le sucedió a Iker, una vida paralela, dos almas gemelas, la ignorancia cainita pretende imponerse sobre la razón y el conocimiento. El tiempo nos dirá cómo sucedió el futuro.