22 Nov, 2015

Entrenadores

Ya ha comenzado el baile, como suele llamarse a los despidos de los técnicos en el fútbol. Para desgracia de nuestro deporte predilecto, aún nos quedan por contemplar bastantes más destituciones aunque, de un tiempo a esta parte, la carencia de dinero sostuvo a muchos de ellos hasta que la impaciencia desbordó las capacidades del equipo directivo y se pulieron a quien fue menester antes de ponerse en la diana de los seguidores.

Algunos dirigentes deberían distinguir con más frecuencia y más prudencia entre opinión y criterio. La opinión es el juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien. En cambio, el criterio exige una norma para buscar la verdad, entendida como un hábito. La primera puede ser fruto de la coyuntura, el segundo es un concepto que exige continuidad.

En el fútbol, se suele contratar por opinión y, así, naturalmente, se repiten los despidos de entrenadores. Triunfan, por el contrario, aquellas entidades que se manejan en virtud de un criterio que obliga a seleccionar sobre una norma. Las decisiones que se someten a unas reglas gozan, en general, de mayor fortuna que las que nacen de la opinión que cada uno pueda tener al comenzar un día cualquiera.

Cada vez que se destituye a un técnico y se le sustituye por otro, se produce un fracaso directivo y, en ocasiones, hasta dos, si el segundo no alcanza el objetivo. Estas decisiones, tanto las contrataciones como los despiden, dependen de la buena gestión de los administradores, que deben respetar las normas de conducta por las que tendrían que regirse. También se puede dejar la responsabilidad de la elección del entrenador a los presidentes y estaríamos ante un criterio pero sería un criterio erróneo.

Lo deseable es que quien tome las decisiones asuma sus responsabilidades. En cambio, pocas veces sucede que alguien reconozca un error. En esto, el fútbol respalda con bastante similitud los comportamientos