19 Jun, 2015

España en Bielorrusia

Llevamos tantos días analizando los títulos del Barcelona, estudiando las jornadas de liga que quedaban, los ascensos y descensos en el último minuto, los milagros por los que muchos rezaron y en los que pocos creyeron, que nos hemos olvidado de todo lo demás. Esta semana juega la Selección, primero en León, partido amistoso, y el domingo en Bielorrusia, donde España jugó mejor fútbol hace un par de años. Fue aquel un partido no televisado, merced a los intermediarios que quieren sacar petróleo con los derechos audiovisuales en la Europa del Este. Aquella noche, España venció 0-4 y cuajó uno de los grandes espectáculos que recuerdo. Lamentablemente, no hay imágenes de aquella maravilla del fútbol.

Estamos tan pendientes de todo que nos hemos olvidado de quien más alegrías nos ha dado en los últimos lustros y creo, desde la humildad, que no es conveniente hacerlo porque entre Bielorrusia y Eslovaquia, España se jugará sus opciones de clasificarse para la Eurocopa 2016 de Francia. No está de más, reflexionar sobre la marcha del fútbol español en los últimos treinta y cinco o cuarenta años. Tan solo hemos faltado a la Eurocopa del 92, distraídos por los Juegos Olímpicos de Barcelona, en los que obtuvimos la medalla de oro. Desde ahí, solo ilusiones, emociones y disgustos por la mala suerte, por el árbitro o por la alineación de los planetas, hasta llegar al éxito.

En medio de ese cúmulo de victorias, España ha conseguido ocho veces el trofeo Maurice Burlaz, que premia a la Federación Nacional con mejores resultados de fútbol base. España ganó ocho de los doce que se han disputado. Y esa base lleva al triunfo, a las dos Eurocopas y a la Copa del Mundo de Johannesburgo 2010, con un elenco de futbolistas y técnicos dignos del mejor elogio.

Se habla poco de la Selección en estos tiempos, ya no se escucha tanto aquello de La Roja, como si una derrota en Brasil hubiera tirado por tierra todo lo hecho hasta entonces, como si la memoria fuera desagradecida con aquellos que nos llevaron al Everest del fútbol. Están bien las portadas de los grandes héroes, las emociones de cada jornada pero dejemos un hueco en el corazón para quienes fueron capaces de convertir nuestros sueños de niños en la verdadera realidad de nuestras vidas.