Iker acaba de cumplir una cifra redonda, quinientos partidos en Primera División, todos con el Real Madrid. Poco a poco, va acercándose y batiendo los records que un futbolista ni siquiera es capaz de soñar cuando empieza. Sin embargo, Casillas ha roto todos los moldes desde que, siendo un niño, salió directo desde el patio del colegio para sentarse en un partido de la Champions.
A pesar de que un sector menor ha pretendido desvalorizarlo, el capitán y número uno del Real Madrid ha sabido granjearse el cariño y el afecto de la mayoría. Si analizamos algunos errores de otros grandes porteros, observaremos que Iker no es la excepción y que todos han tenidos sus noches negras del mismo modo que han sabido honrar el fútbol.
Es probable que no sea la mía la pluma más objetiva, quizá por el afecto que le tomé desde que saltó por primera vez a un terreno de juego profesional, tal vez porque lo he visto crecer y ahormar una personalidad bien definida en la que nunca ha habido dobleces y, con certeza, porque sigue siendo uno de los grandes guardametas de la historia del fútbol mundial. También, es cierto, porque lo he observado con lupa en los momentos más difíciles de su carrera y me he sentido muy cerca de él.
Si nadie lo evita, Iker Casillas batirá todas las marcas y pondrá el listón muy alto para cualquiera que pretenda seguirlo en el firmamento del fútbol. La verdad es que no es cuestión de cifras sino que éstas son consecuencia de la calidad, el sacrificio y la infinita paciencia de Iker.