El holandés eterno nunca deja indiferente a nadie y, mucho menos, cuando se hace referencias al Barcelona o al Real Madrid. No albergo duda alguna respecto a su huella en el barcelonismo, de quien siempre ha sabido ejercer como luz y guía y al que ha hecho disfrutar como futbolista, entrenador, socio o, simplemente, comentarista. Ahora que se cumplen cuarenta años de su llegada a España, en la últimas bocanadas del régimen anterior, todos los que guardan memoria en blanco y negro, y algunos en color, recuerdan el 0-5 del Bernabéu con su amigo Cholo Sotil como pareja extranjera de aquel baile maldito.
Sin embargo, estas cuatro décadas se festejan en la oposición azulgrana como un manifiesto que ha destrozado a los últimos ocupantes de la silla pontificia del Barça. Johan no ha dejado títere con cabeza y ha llamado la atención sobre los valores que siempre ha defendido. Las comparaciones entre Unicef y Qatar, las alusiones a la vía peninteciaria del expresidente de la institución, la constante judicialización del club y de sus directivos, la decisión de quitarle la insignia de oro y la presidencia de honor, el despido antes de que le diese tiempo a trabajar a Luis Enrique para formarlo como entrenador, fueron algunas de las guindas de este pastel cuarentón de la vida cruyffista, siempre vestida de azul y grana.
No es preciso recordar que nunca se escondió para expresar sus pensamientos y que goza del afecto y admiración de muchos mientras asume la discrepancia de algunos como parte del juego cotidiano. Creo que la figura de Cruyff es, a día de hoy, ilimitada en el barcelonismo aunque sus palabras no sean siempre compartidas. Se le permite.
Los elogios hacia Alfredo Di Stefano y Vicente del Bosque dicen mucho de sus ansias de ver en el Barcelona lo que siempre quiso para el club y para el equipo. Johan hace gala de una filosofía consecuente desde hace muchos años. Sus conceptos resultan claros, sensatos, a pesar de algunas situaciones que pudieran haber parecido excéntricas. No valoro sus manifestaciones críticas sino la posibilidad de que algún día regrese al fútbol de una manera activa.